Había una vez un gran árbol de hermosas flores rosadas que cada mes de mayo
brotaban alegrando la selva para luego dejar caer poco a poco suaves copos
de algodón, que eran recogidos por las personas para rellenar
almohadas y muñecos de trapo.
Sus grandes ramas cobijaban a muchos animales y pajaritos que habían hecho en
él su hogar. Este árbol llamado Mapajo, era tan bondadoso que permitía a
los monitos colgarse de sus bejucos y comer de sus hojas.
Los niños que vivían en comunidades cercanas también jugaban todas las
tardes en el gran Mapajo que era muy vistoso y divertido. Cuando sentían
mucho calor, se sentaban a sus pies y se protegían de los rayos del sol,
pues sus gigantescas ramas brindaban una gran sombra.
Una tarde como todos los días, los niños vinieron a visitar a su árbol favorito pero
grande fue su sorpresa al ver que el hermoso Mapajo había sido derribado
y sólo existían pedazos de él regados en el suelo.
Por su enorme tronco corrían sus lágrimas en forma de resina, los nidos de los
pajaritos también estaban destruidos y los monitos que vivían en sus ramas
junto a otros animalitos lloraban sin consuelo pues se habían quedado sin casa.
Los niños preguntaron al Mapajo: - ¿Amigo Mapajo, quién pudo ser tan
malvado como para hacerte esto? Si vos sos tan bueno que nos proteges del
calor y cuando viene mal tiempo también nos proteges de la lluvia, además
dejás que los animales y las aves vivan en tus ramas.
El Mapajo moribundo y ya casi sin fuerzas les contestó: - Eso ya no importa pequeños
amigos, por mí ya no pueden hacer nada, pero sí por los árboles que
todavía quedan en pie y por los animales que viven en la selva.
Quiero que me prometan que a partir de este día cada niño sembrará un árbol
en cada cumpleaños, para que así siempre hayan árboles donde los animalitos
como el mono, la ardilla y los pajaritos puedan vivir y alimentarse y
donde los chicos como ustedes puedan divertirse.
Los niños le hicieron esa promesa al Mapajo antes de morir y desde ese día en
homenaje al buen árbol, en cada cumpleaños cada uno sembró un árbol
diferente, de esa manera la selva continúa existiendo hasta ahora y
cada niño que escucha este cuento debe cumplir la promesa al gran
Mapajo y sembrar un árbol cada año.
Fin
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