Lo escrito sobre la historia oficial de Riberalta es una muestra de los resabios del colonialismo, ya que esta parte del país, solo tuvo existencia a partir de la llegada de los exploradores del caucho a finales del siglo XIX, antes solo era un “espacio vacío”, que hacía invisible la presencia de la población originaria en la Amazonía.
Nunca nadie se preguntó, quiénes habitaban ancestralmente el barranco colorado ubicado al frente de la confluencia de los ríos Beni (Manuena) y Madre de Dios (Manutata) y quienes fueron los que defendieron sus territorios de los ataques de los últimos guerreros del Incario.
Con resultados de una investigación etnohistórica que vengo realizando, se ha podido determinar que el área donde se asienta la ciudad de Riberalta, fue poblada por grupos indígenas de la familia Pano, a la que pertenecen los indígenas pacahuaras, chácobos, caripunas, sinabos y perintintin, los mismos que en el ocaso del Imperio Incaico, resistieron y derrotaron a una expedición que desde el Cusco y recorriendo el Amarumayu (nombre quechua del río Madre de Dios) había llegado hasta el lugar conocido como Las Piedras, donde habían erigido un fuerte.
El nombre que los indígenas Pano dieron al primer asentamiento humano en lo hoy es Riberalta fue “Pamahuayá”, que traducido significa “lugar de las frutas”. Este vocablo hacía referencia a la relación de los originarios que tenían con la naturaleza, ya que el sitio era muy rico en frutas, como el motacú, el majo y el asaí, cuyos vestigios de esta biodiversidad lo podemos encontrar hoy en lo que es el Lago Municipal (atrás de la Pista de aterrizaje) y el Lago San José (Aquicuana).
En estos lugares se hallan vestigios de una civilización indígena, que desarrollo técnicas agrícolas y de conservación del bosque. En las orillas de estos lagos, adyacentes a Riberalta, se puede encontrar cerámicas e instrumentos utilizados por estos pueblos que resistieron la invasión de los caucheros, pero que al final fueron derrotados y en muchos casos exterminados. Como testimonio de la presencia y el dominio indígena de la Amazonía queda una rica toponimia, como el nombre de ríos que serpentean la región y el de las ciudades y pueblos.
El pensamiento indígena y la identidad amazónica
Las sociedades occidentales han relegado a una categoría de irracionalidad todo lo que ha sido producido por el indígena al vulgar “salvaje”, pero hay que reconocer que fue el modesto aporte del pensamiento indígena que logró aprovechar racionalmente la naturaleza, inventando la agricultura y la ganadería. Gracias al invento de los “salvajes”, la especie humana pudo subsistir y abastecerse de la necesaria alimentación.
Es en este contexto, que la Amazonía se constituye en el espacio privilegiado en materia de ecología. Sus bosques y reservas biológicas dotadas de incalculable valor, generan gran parte del oxígeno puro que se consume en el planeta y su biodiversidad contribuye a la generación de fuentes energéticas, alimentos y medicamentos. Todos estos aportes, no hayan estado disponibles para la humanidad, si la población que originariamente habitó esta región, no se haya convertido en guardianes y conservadores de la selva y de sus recursos naturales.
Estos pueblos desarrollaron una relación con su ambiente natural que facilitó una vida humanamente digna, a la vez que conservaron y sostuvieron un equilibrio ecológico duradero. De ahí que la identidad del hombre amazónico se construye sobre el cimiento del legajo cultural y ecológico que nos dejaron los indígenas, muchos de ellos, exterminados por la codicia de los recursos naturales y en nombre de un “desarrollo” injusto.
Pero además de ese cimiento de diversidad cultural originaria, estuvo el aporte de pueblos que llegaron de otros lugares del país y de culturas provenientes de otros continentes, que al entremezclarse entre sí, dieron lugar a una identidad amazónica con fortaleza cultural y ecológica.
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