Reportaje
Aviones carniceros
El transporte en la época de oro de la ganadería

Corría el año 1984 cuando en "La Asunta", un establecimiento ganadero ubicado en cercanias de la población beniana de San Borja, el rugir de sierras eléctricas y el giro de cadenas de tecles del matadero, se escuchaba en todos los alrededores de la enorme propiedad perteneciente al acaudalado ganadero Arnulfo Martínez; esa noche 2 aviones Curtiss C-46 pernoctaban en la amplia pista de aterrizaje del lugar esperando su preciada carga, carne de res o bovina, faeneada durante toda la noche para atender la gran demanda de este producto alimenticio que se requerían en ingentes cantidades en las minas estatales que vivían el apogeo de precios altos de minerales, que eran el sustento económico de la empobrecida nación sudamericana de Bolivia.

Los lugareños miraban impresionados como las aeronaves con gran bullicio y estruendo de sus motores se posaban sobre el césped bien cuidado de la pista, observaban de cerca los aviones y subían por las escaleras para ingresar a su interior donde el olor penetrante a carne inundaba el fuselaje donde se apilaban las piezas de las reses que tras completar su carga de 4 toneladas estaban listos para alzar vuelo.

Estos bimotores construidos para uso militar en operaciones de la segunda Guerra mundial, pasaron luego a ser utilizados como naves de servicio civil, aprovechando su estabilidad y vuelo a grandes alturas, aspecto que resultó ideal para unir la vasta y accidentada geografía nacional caracterizada por picos elevados de más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, remontando los cerros más altos de la cordillera de los andes para llegar a las extensas planicies de la Amazonia boliviana.

El canto de los gallos entremezclado con el rugir del motor eléctrico a diesel que impulsaba el trabajo de decenas de trabajadores en el matadero, anunciaban un nuevo día.

Era la ocasión propicia para que las familias se dirijan al matadero a recoger menudos de las reses que eran desechados, junto a las cabezas, tripales, bofes y otras piezas del ganado faeneado, ya que solo se aprovechaba la carne de las piernas, paletas y costillas, que antes de ser subidas a los viejos aviones eran colgados en ganchos movidos por un sistema de rieles.

Sentado en una rústica silla el hijo del hacendado era el encargado de controlar el peso de las piezas de las reses, todo este trabajo se lo hacía usando enormes balanzas mecánicas que soportaban hasta 300 kilos.

La Asunta era un establecimiento ganadero muy avanzado para su época, todo gracias al ganado que se  producía en sus más de 15 mil hectáreas de tierras aptas para la crianza de bovinos.

Con más de medio centenar de obreros y peones la mayor actividad giraba en torno a la ganadería, con sus estancias satélites, como, Catamarca, Paquiosito, El Tigre y Boquerón, la producción pecuaria para abastecer de carne de res a los centros mineros estatales estaba garantizado.

Día por medio aterrizaban en la amplia pista de la hacienda los antiguos aviones Curtiss C- 46 y Convair para trasladar a occidente la mejor carne de res.

Somnolientos y desgreñados los muchachos recolectaban la carne de las cabezas de res que eran apiladas para luego ser incineradas a campo abierto, también aprovechaban otros subproductos que eran desechados.

Eran tiempos donde el trabajo y la riqueza productiva de la actividad ganadera rendía sus mejores frutos, y los obreros gozaban de una bonanza  que hoy se extraña mucho.

En la enorme propiedad los pilotos de los vetustos aviones tenían un trato privilegiado, con cómodas viviendas bien equipadas para garantizar la buena estadía y pernocte de los tripulantes.

De vez en cuando algunos aviones permanecían durante varios días en la plataforma de la pista, debido a desperfectos mecánicos que luego de ser superados daban lugar al estruendoso rugir de los motores que en medio de humo y contraexplosiones alzaban vuelo como enormes aves malheridas, perdiéndose en el horizonte infinito.

Los tiempos de bonanza y el apogeo de la actividad ganadera estaba por llegar a su fin, y la señal más clara era que el dinero que llegaba en los aviones para pagar la carne, era cada vez más voluminoso, 6 a 8 bolsas de yute de 8 arrobas contenían los billetes de la moneda nacional que poco tiempo después sufriría una de las devaluaciones más altas del continente americano.

Pero mientras el gobierno luchaba por mantener a flote la principal actividad económica del país, con la explotación minera, a nivel internacional los precios de los minerales como Estaño, Zinc, Cobre y otros iban en picada inexorablemente.

En el año 1985 llegó la tan temida relocalización minera, medida que no era otra cosa que el fin del auge minero nacional, y con ello más de 100 mil trabajadores del rubro fueron despedidos no sin antes dar una dura pelea al gobierno de Víctor Paz Estenssoro, un hábil abogado que gobernaba el país por cuarta vez.

Con una frase célebre el Presidente hizo notar la delicada situación que atravesaba el país, justificando las medidas económicas y ajustes que cambiarían el modelo hasta entonces aplicado.

"Bolivia se nos muere", dijo un cansado Presidente en un mensaje a la nación, dando a conocer un famoso Decreto que hasta hoy rige la economía nacional, el 21060, que se aplicó para frenar una hiperinflación que devastó el país ocasionando una convulsión social que amenazó la estabilidad y unidad nacional.

El cierre de las minas estatales y el despido de miles de familias que se ocupaban de excavar en las profundidades de la tierra para extraer los minerales, significó también la muerte de la actividad ganadera y faeneo de carne bovina, y los grandes mataderos que generaban mano de obra y movían la economía regional, quedó reducida a la simple cría de vacunos que se multipicaron en los extensos campos del departamento del Beni.

La enorme y bien cuidada pista de aterrizaje de la hacienda La Asunta, fue perdiendo paulatinamente la intensa actividad que la caracterizó, y solo era utilizada por el dueño del lugar cuando visitaba en raras ocasiones el establecimiento a bordo de una pequeña avioneta.

Los acontecimientos ocurridos en el centro neurálgico del poder político del país, pasaron casi desapercibidos por los obreros y peones que de un día a otro vieron apagarse una de las principales actividades económicas de la región, obligando a la mayoría a migrar a otros lugares.

Sin duda una época de bonanza había terminado, y con ella también se produjeron grandes migraciones de gente del interior del país, los llamados "relocalizados" que junto a sus familias llegaron al oriente del país en busca de nuevos rumbos.

Estas familias, integradas por paceños, potosinos, orureños y otros, se asentaron en las extensas tierras del Beni, sector San Borja - Yucumo, Rurrenabaque y otras zonas, conformando grupos de asentamientos conocidos como los "Colonizadores".

Tuvieron que pasar muchos años para que la denominada industria regional, la ganadería beniana, vuelva a retomar su rol de sustento económico.

La apertura de nuevos mercados de la carne, el cambio del transporte aéreo por el terrestre significó el desahucio de los viejos Curtiss y Convairs, que dejaron de surcar los cielos del oriente, y muchos de ellos quedaron abandonados en las pistas de los lugares donde se tenían modernos mataderos para el faeneo de reses que en una época, abastecieron con la proteína roja a las minas del país.

FUENTE: Marcelo Cayú R.
FECHA: 23 de agosto de 2022

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