Son algo más de 90 kilómetros los que se deben recorrer desde Riberalta para llegar a la indómita cachuela. En el polvoriento camino de colores rojizos y suaves declives, se te cruzarán los imponentes árboles de castaña y de otras especies nativas de la región. El paisaje de bosques altos y tupidos se alterna, de tanto en tanto, con terrenos de pastoreo y algunos humildes caseríos en una de las regiones menos habitadas de nuestra geografía. El sopor del calor y la humedad hacen que el camino se dibuje más lentamente como solitario y delgado hilo en medio de la inmensidad verde.
Descubrir la extraordinaria historia de Cachuela Esperanza significa aventura, con matices de leyenda, e hito inevitable para comprender la importancia del noroeste amazónico de Bolivia en el auge de la goma y el desarrollo del capitalismo mundial a principios del siglo veinte.
Cachuela Esperanza es, antes que nada, es un hermoso obstáculo natural sobre el río Beni. Aquí aparecen inmensas formaciones rocosas que aceleran las corrientes del río produciendo la formación de cataratas o “tumbos” que transforman la navegación en una empresa muy peligrosa, pues existen hasta once metros de diferencia entre la parte superior e inferior de la cachuela.
Con una posición geográfica estratégica, Cachuela Esperanza está situada a pocos kilómetros de Villa Bella, donde se encuentran los ríos Beni y Mamoré, ambos dan origen al río Madera, que delimita la frontera de Bolivia con el Brasil y mediante el cual se puede llegar hasta el océano Atlántico navegando por el gigantesco Amazonas.
Algunas crónicas y la memoria de los habitantes de Cachuela cuentan que estas tierras fueron habitadas por los Caripuna, una etnia amazónica dedicada a la caza, la pesca y la agricultura, que ocupaba gigantescas chozas denominadas “malocas” donde podían convivir hasta cincuenta familias reunidas. Pueblo de remeros notables, los Caripuna resistieron violentamente la dominación de los colonizadores llegados en la época del auge de la goma. A finales del siglo diecinueve, luego de intensas luchas, estos pobladores decidieron emigrar hacia las cachuelas del río Madera y, con ello, abandonaron para siempre el territorio boliviano.
La ciudadela opulenta
Conocer Cachuela Esperanza es conocer a sus fantasmas. La sensación de historia y aventurera extraordinaria, es absoluta. Quedan para tus ojos algunas significativas huellas: la iglesia construida sobre una roca, como en las mejores tradiciones cristianas; el teatro -hoy escenario de reuniones comunitarias- y la gran casa del timonel del grupo, Nicolás Suárez, que actualmente alberga la escuela de la comunidad.
En las primeras dos décadas del siglo veinte Cachuela Esperanza era un hervidero. Los precios de la goma se habían duplicado en esos años y las tensiones bélicas y territoriales derivadas del conflicto del Acre llevaron a Nicolás Suárez a establecer en Cachuela Esperanza un sólido enclave productivo, base de todos los negocios familiares.
A pesar de las condiciones de aislamiento con respecto al resto de la República y los altos costos de transporte para llegar a los mercados internacionales, Cachuela Esperanza comenzó a poblarse de fastuosas residencias construidas por arquitectos franceses y equipadas con muebles venecianos. Proliferaron las canchas de tenis, los jardines y los establos con caballos árabes directamente traídos desde Andalucía. “La ciudadela tenía, además de la iglesia, un colegio, un hotel, un teatro y un hospital que, en 1920, era el más moderno de Latinoamérica, conducido por médicos alemanes especializados en enfermedades tropicales, con un incipiente servicio de psicología y con el primer equipo de rayos X de América Latina, por lo cual atraía a pacientes que llegaban del Brasil, Perú y Colombia.”
Cachuela Esperanza era el centro del complejo industrial de la Casa Suárez y Hermanos. Desde allí se realizaban todas las transacciones con el continente europeo, mediante sus oficinas propias en Londres. La empresa tenía más de mil ochocientos empleados, que trabajaban en grandes talleres, barracas y oficinas dotadas de energía eléctrica y permanente comunicación telegráfica. No era raro ver contadores ingleses trabajando en la sede central de la empresa y se construyó un pequeño ferrocarril para evitar las cachuelas que atravesaban el río Madera. En los años de mayor expansión económica, la Casa Suárez tenía enormes propiedades cercanas a los cinco millones de hectáreas y un capital superior a los dos millones y medio de libras esterlinas.
La Primera Guerra Mundial y el colapso en los precios de la goma en el mercado internacional, originado por la fuerte competencia de Malasia y otros países asiáticos, determinaron un lento pero irreversible proceso de decadencia de la Casa Suárez y de su enclave en Cachuela Esperanza. En mil novecientos treinta, Nicolás Suárez fue el primer industrial en introducir tecnología para el procesamiento de la castaña en el país y comenzó a exportar esta materia prima, configurando lo que sería la principal actividad industrial del noroeste amazónico hasta nuestros días.
Oferta Turística
En Cachuela Esperanza podrá disfrutar de impresionante paisaje que ofrece el río Beni y su imponente “tumbo” sobre la Cachuela o Catarata. Aquí podrá revivir la historia del caucho, el imperio que construyó el empresario Nicolás Suárez en la Amazonía boliviana.
Si por razones de trabajo o paseo te encuentras en Riberalta o Guayaramerín y dispones de un día libre, prepara los víveres necesarios para el paseo y súbete a una de las movilidades que diariamente salen de estas dos ciudades para transportarte hasta Cachuela Esperanza.
Disfrutarás de la deliciosa “yatorana”, un pez nativo de la cachuela y conocerás un bello lugar de la geografía boliviana y vivirás el recuerdo de un pasado histórico único y sobresaliente, que los visitantes pueden descubrir.
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